HÁBITO 1: RESPIRACIÓN CONSCIENTE


El ritmo frenético de la vida actual, nos lleva en muchas ocasiones a estar invadidos por el cortisol (hormona del estrés) y con él, se pone en marcha una respiración rápida y superficial, con predominio de la inspiración y, en muchas ocasiones, por la boca.
Realizar una espiración corta, nos lleva a que la inspiración también lo sea, que cada vez podamo tomar menos aire y, por consiguiente, que nuestras células puedan oxigenar se menos.
Una respiración abdominal (al tomar el aire se “hincha” la barriga) hace que el aire llegue a las bases pulmonares. Estas están más y mejor bascularizadas que las partes superiores y, por tanto, una respiración abdominal o diafragmática está asociada a una mejor oxigenación de la sangre.

La nariz es el único órgano realmente diseñado para respirar y por ello es el único que filtra el aire, lo calienta y humedece. Además, el hecho de que el aire pase por los senos nasales y maxilares, estimula el crecimiento de los maxilares y, por tanto, que los dientes tengan mayor espacio para colocarse (esto es especialmente importante en los primeros años de vida).
Una respiración nasal también estimula el buen funcionamiento del conducto auditivo y un buen drenaje de la mucosidad secretada por el oído, que debe salir hacia la faringe.

Por el contrario, respirar con la boca contribuye:

  • a un menor crecimiento del maxilar,
  • apiñamiento de los dientes,
  • alteraciones del sueño (ronquidos, apnea),
  • periodontitis,
  • mal aliento
  • y caries.


Parece haber cierta relación entre la respiración bucal y el TDAH y patologías de la deglución, de la voz y del lenguaje.

Si puedes respirar por la nariz durante el día, pero no por la noche la boca se abre y no puedes evitar respirar por ella. Hay una fácil y barata propuesta: utiliza una pequeña cinta adhesiva para mantener los labios cerrados. Puede ser de gran ayuda para mejorar la calidad del sueño.