ENERGÍA Y MOVIMIENTO

por Marc Pialoux

En el pensamiento tradicional chino, todo lo que existe es energía, ya sea en sus aspectos materiales (físicos) como en los inmateriales (sutiles). Este concepto de energía es mucho más amplio e incluye al concepto moderno o científico.

Por comodidad, la tradición china habla de las energías “yin” y “yang”, símbolos de la “tierra” o de  lo material y del “cielo” o de lo inmaterial, respectivamente. Y, en todo momento, haciendo referencia a sus intercambios. 

Tanto lo material (yin) como lo inmaterial (yang) no están separados: uno permite definir al otro. Además, en el espacio y en el tiempo, uno produce (o muta) en el otro. De este modo, nada se puede definir de manera definitiva como lo hace (¿o tal vez hacía?) el punto de vista científico hasta el descubrimiento del “mundo cuántico”. 

Al final, todo es relativo, en evolución perpetua e imprevisible. Además, como ya se sabe, un fenómeno observado depende totalmente del observador para poder definirlo. Esto implica que debemos situar bien nuestro punto de vista para poder definir algo.

En relación a lo anterior, aparece otro concepto fundamental, fácilmente observable en la realidad y totalmente indisociable de la “energía”: su Movimiento

En este concepto energético, el movimiento habla de salud y la ausencia de movimiento, la fijación, significa patología. Eso es lo que podemos observar manualmente en la práctica clínica.

En el cuerpo encontramos varios tipos de movimientos energéticos: sanguíneo, respiratorio, muscular, voluntario, automático… hasta la “respiración primaria” o MRP, el más sutil de todos los movimientos físicos. Encontramos también una expresión de la energía en el ritmo de una pulsación, su forma, su volumen y su espesor, que varían según los ritmos naturales exteriores: el ritmo horario, el estacional, el anual… Este hecho nos sirve muchísimo para el diagnóstico energético.

  La patología se manifiesta cuando un movimiento aparece incorrecto, perturbado, siguiendo mal los ritmos naturales. Si es así, ¿cómo identificamos la salud? 

Según la Medicina Tradicional China (MTC), la salud resulta de una armonía de las relaciones (intercambios) entre el cuerpo y su medio ambiente: “armonizar el “cielo”” y la “tierra” en sí mismo” (Nei Tsing/So Wen).

La MTC, observando los movimientos naturales del medio ambiente a través de sus ciclos principales, provocados por el movimiento aparente del sol, se dio cuenta de sus efectos sobre el organismo.

Así:

  • En relación con el horario solar, identificó un ciclo energético en el cuerpo según una marea energética, siguiendo 12 trayectos principales de la energía sobre la piel (los 12 meridianos principales “Tsing chen”); 
  • En relación con el ciclo estacional, observó 5 grandes movimientos energéticos relacionados con los 5 órganos “Tsang” y 5 vísceras “fu” contenidos en el tronco y en íntima conexión con los 5 órganos de los sentidos situados en la cabeza.

Estos 2 grandes ciclos exteriores condicionan globalmente todo el funcionamiento del organismo: 

  • En superficie, gracias al sistema de los 12 meridianos dobles (uno para cada hemicuerpo). Ellos mismos son antenas de 
  • En profundidad, el sistema de los 5 elementos o 5 parejas de órganos y vísceras.

En resumen, llamamos en el cuerpo:

  • Funciones superficiales, a las “6 funciones externas” de recepción de las informaciones externas, de nutrición en superficie del cuerpo y de adaptación al medio ambiente.
  • Funciones profundas, a las “5 funciones internas” de fabricación energética, de nutrición y adaptación profunda.

Es el funcionamiento armonioso de estas 2 grandes funciones con el medio ambiente lo que condiciona la salud.

Y llegados a este punto, ¿cómo se armoniza todo esto?

La MTC identificó un sistema escondido/incluido detrás y dentro de estas 2 grandes funciones globales. Llaman a este sistema el de los “8 vasos maravillosos” u “8 meridianos curiosos”, que por comodidad llamamos la “función central”. 

Podemos establecer un paralelismo entre este sistema energético y el sistema endocrino conocido en fisiología.

Es entonces cuando aparece que la función central reúne en sí todas las funciones del organismo, regulando todos sus movimientos en el espacio y el tiempo, lo que ofrece la posibilidad de transcenderlos: 

En el momento de una consulta, observamos la posibilidad de reducir el tiempo de la patología, ocupando todo su espacio gracias a la función central patológica diagnosticada. Así tenemos un acceso directo para tratar las causas pasadas, tras sus efectos actuales y, en consecuencia, sus probabilidades futuras de evolución.

Sería como un viaje espacio-temporal reduciendo todo al momento presente de la consulta, ofreciendo al paciente la posibilidad de reequilibración total de una “línea patológica”. 

Así, el movimiento, expresión interna y externa de la energía, se armoniza gracias a la función central, produciendo la “inmovilidad activa” o el “movimiento neutro”.

El verdadero arte del terapeuta será poder seguir el movimiento de su paciente, en el momento presente de la consulta, hasta encontrar el “punto neutro”, el movimiento lemniscatorio sutil, que es el que expresa la salud.