El MRP, como ya hemos descrito en la segunda característica del método, se origina en el eje craneosacro y, desde él, se transmite a cada tejido y zona del cuerpo. Siendo este micromovimiento el que, en un primer momento, diagnosticamos y tratamos en caso de estar alterado.

Este MRP puede estar condicionado por la presencia de traslaciones en el tejido. Es decir, puede existir fuerzas internas que lleven a parte de la estructura hacia delante, atrás, derecha, izquierda, arriba y abajo. Estas microtensiones deben ser restauradas para que el MRP pueda expresarse correctamente.

Cuando el MRP puede manifestarse con libertad, aparece un nuevo movimiento en forma de ocho tridimensional. Este es el movimiento lemniscatorio, forma en la que se transmite la energía a través del cuerpo y que nos indica que no existe disfunción.

Hay veces que encontramos dificultad en la expresión del MRP y, por tanto, del lemniscate. Puede deberse a la existencia de una lesión intraósea, es decir, a la alteración de la armonía de las trabéculas óseas como consecuencia de golpes, accidentes o microtraumatismos repetitivos. Esta alteración puede escucharse con el tacto y es posible y necesario su tratamiento para que el MRP pueda normalizarse y el lemniscate pueda aparecer como resultado.

El estado de presencia y atención del terapeuta será fundamental para poder centrarse y atender las necesidades del cuerpo en cada nivel de escucha. Aspecto fundamental para un buen tratamiento.